Archivos para el mes de: febrero, 2016

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Salmodia Exclusiva:

 UNA DEFENSA BÍBLICA

Brian Schwertley

 

 

 

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Una persona, Dos naturalezas

Vincent Cheung

Vía e-mail
Cuando formulamos una doctrina bíblica, no estamos intentando “hacer que funcione”. La doctrina funciona sin importar lo que hagamos. Funciona porque viene de Dios y porque describe a Dios. Funciona porque es verdadera. Es lo que es, y es verdad independientemente de si elaboramos una formulación propia para ello. El propósito de la formulación teológica es encontrar un camino para comunicar la doctrina. En ningún momento la Escritura en sí misma está en riesgo, porque su veracidad no depende de nuestra formulación. Por supuesto, una formulación herética pone en peligro a sus adeptos, pero la Escritura en sí misma nunca puede sufrir daños.

Persona
Cristo es una “persona”. Él nunca dijo o insinuó ser un “ellos”, y nunca se representó como una persona comunicándose con otra. No existe un ejemplo en el cual Cristo el hombre ore a Dios el Hijo, ni nada parecido. Basado en la manera en la que se ha referido, la manera en la que él se refiere a sí mismo, y la manera como se conduce, no hay razón para pensar que no es una persona.

Sumemos a esta premisa de “una persona” la idea de que Cristo debe tener dos naturalezas, una humana y una divina, y luego la idea de que cada naturaleza debe incluir una “mente” que armonice con tal naturaleza, una mente humana y una mente divina. Pero además de todo esto, si sumamos la idea de que una mente o centro de consciencia es necesariamente una “persona” en sí misma, terminaríamos con dos personas. Sin embargo, existe una formulación que conserva el concepto de que Cristo es una persona, con dos centros de consciencia. Como se indica, la necesidad de llegar a esta formulación no es arbitraria, pero necesaria por los datos bíblicos.

Esta formulación comienza con la definición de que una “persona” es un “sistema” de consciencia, no un “centro” de consciencia. Cada sistema puede contener o bien sólo un centro de consciencia o múltiples centros de consciencia. En la encarnación, Dios el Hijo, tomó una mente humana de tal manera que la mente humana está contenida por la mente divina, pero no mezclada o confundida con ella. La mente divina tendría acceso y control sobre la mente humana, pero no al revés. Dado que no hay nada inherentemente imposible sobre esto y si se ajusta a los datos bíblicos, esto lo haría una buena formulación.

Analogía (semejanza)
Consideremos una analogía. Advertimos que la analogía está limitada, apropiada solamente para un propósito restrictivo, y sumamente engañosa cuando es sacada de contexto, porque se refiere a una condición que es una disfunción mental en los humanos, y no hay disfunción alguna en Cristo. Dicho eso, considere el caso de trastorno de personalidad múltiple en una persona. Ciertamente existen múltiples centros de consciencia, pero continúa siendo una persona. La analogía es especialmente apropiada si hay, de hecho, una personalidad general o primaria.
Mi mente «contiene» recuerdos de mi infancia, entre otras cosas, pero con un sólo centro de consciencia. Mi mente puede «contener» otros centros de consciencia enteros, con sus propios recuerdos, y esto en un hombre sería una disfunción mental. El centro de consciencia original es la figura principal. Lo que está contenido depende de lo que lo contiene, no al revés.

Cristo tiene una mente humana que está contenida por la mente divina, el Logos. No existe disfunción, porque la analogía se rompe en este punto, tanto así que los dos casos quedan en discrepancia al oponerse entre sí. La personalidad principal en Cristo es la mente divina, y a diferencia de la personalidad principal en el hombre, esta personalidad esencial es Dios -perfecto en poder e inteligencia. Dios el Hijo, la mente divina, en completo control y con plena conciencia-. No hay disfunción. Tomó un centro de consciencia humano sin mezclarlo o confundirlo con el otro, pero conteniendolo de una manera que Cristo en su forma encarnada puede decir «Yo» y referirse por completo a uno o ambos.

Esta formulación nos permite afirmar que Cristo tiene una mente humana y una mente divina, dos centros de consciencia, que ambas mentes no están mezcladas ni confundidas, y que continúa siendo una persona.

Sistema
Podemos regresar al caso de un hombre con múltiples personalidades para ilustrar por qué tiene sentido definir a una persona como un sistema mental. Él tiene más de un centro de consciencia pero sigue siendo una persona, porque los múltiples centros de consciencia están bajo una consciencia general que domina a las demás. (Estamos hablando relativamente, porque la única razón que cuenta es que Dios lo estima como una sola persona, y lo salva o lo condena como una sola persona). Las personalidades no existen de manera independiente, y pueden ser destruidas sin destruir al hombre y sin borrar la personalidad principal. Y así, sus personalidades deben ser tomadas como un todo -y por tanto- como un «sistema».

La trinidad no es así, dado que los miembros de la trinidad pueden ser o deben ser distinguidos de una manera diferente a las múltiples personalidades dentro de una persona humana. Podemos deducir que los tres no son dependientes uno del otro en la forma en que las personalidades secundarias de una persona con múltiples personalidades dependerían de la personalidad original.

Hay tres sistemas trabajando en unísono, cada uno posee la plenitud de la deidad. Cada uno de estos sistemas tiene presumiblemente sólo una personalidad. Dios el Hijo tomó un centro de consciencia humana, pero sin confundirlo o mezclarlo con la consciencia divina. De manera que en la trinidad como tal, sigue habiendo sólo tres centros de consciencia, ya que la naturaleza humana de Cristo nunca fue deificada.
De este modo, la definición de una persona como un sistema al mismo tiempo ajusta la naturaleza de la trinidad y la naturaleza de Cristo -una esencia, tres personas- aún cuando la persona del Hijo tiene ambas naturalezas, una divina y una humana.

Fuente: http://www.vincentcheung.com/2015/09/09/one-person-two-natures/

Traducido por Doralí Lobo