EL SUEÑO DE JUSTICIA TOTAL

 

  1. J. Rushdoony

 

 

 
Una de las más peligrosas ideas que dominan la cabeza de los hombres es el sueño de justicia total. Este es un sueño humanista. El humanista tiene un solo mundo, esta vida presente, y está decidido a hacer de la Tierra un paraíso. El resultado es consistentemente el infierno en la Tierra.

 

La amenaza del sueño de justicia total es que él requiere personas perfectas y un estado y un orden social perfectos para establecerse. El hecho es que el hombre es un pecador, y él todavía está indispuesto al cambio, satisfecho consigo mismo, aunque descontento con el mundo, y, en virtud de su naturaleza caída, un esclavo del pecado y por lo tanto esclavo para cualquier planificación (Jn 8 : 31-36). Como resultado, todo aquel que sueña con un mundo de perfecta justicia, una habitacion de superhombres, y un reino triunfante para el dogma humanista de justicia, debe comenzar eliminando a los hombres como ellos, son para abrir espacio para los hombres como ellos deberían ser. La Revolución Francesa planeó la reducción de la población de Francia para una fracción maleable de lo que era; Nietzsche pidió la muerte del hombre para preparar al mundo para el superhombre; la Revolución rusa y sus revoluciones exportadas significaron la muerte planificada de todos aquellos representantes del antiguo orden. En Camboya, desde 1975, la mitad de la nación fue asesinada para eliminar a todos aquellos que no podrían ser reformulados en términos del sueño marxista de un orden perfecto.

 

Los líderes camboyanos del Jemer Rojo asesinaron a todos aquellos que trabajaron por el antiguo orden, todos los cristianos, todos los que eran eruditos, todos los que vivían una vida urbana, todos los que habían estado en el exterior, y todos los que habían trabajado para extranjeros.

 

Jamás hubo fuerza más asesina desencadenada contra el hombre que la producida por el sueño de justicia humanista. La tiranía y el mal, gobernaron la mayor parte de la historia, pero nunca más rígidamente y meticulosamente como por aquellos que trajeron un control totalitario en nombre de la justicia total.

 

En 1931, «The Imponent General», de Charles Pettit, un breve e iluminado romance, fue traducido al inglés. Cuando el viejo señor de la guerra es sustituido por un ideólogo, los campesinos están infelices. Un campesino preguntó si eso se debía al afecto. «De ninguna manera… Tan Pan-tze era un ladrón infame, que vergonzosamente asedió el campo, hiriendo a personas inofensivas y violando a mujeres de todas las edades y condiciones…» «Entonces, ¿por qué usted parece lamentar su salida?”… El campesino replicó: «Simplemente porque su sucesor, General Pou, es mucho peor de lo que él era … él extorsiona sus tributos metódicamente, de tal forma que es aún más difícil de soportar … y, además, ahora exige la pena de muerte para los no pagadores y él lo hace de una manera legalizada que multiplico las ejecuciones «(p. 171).

 

No es sorprendente que, en la jornada por justicia total, los regímenes humanistas hayan instituido terror total. Las personas son azotadas regularmente, «para su propio bien». Ellas son despiadadamente sujetas a represiones salvajes y transformaciones forzadas, todas planeadas para hacerlas adaptarse al nuevo modelo de hombre para el nuevo modelo de sociedad.

 

Todo esto es lógico. ¡Un mundo mejor requiere hombres mejores! La cuestión es: ¿cómo conseguir hombres mejores, cómo producirlos? En última instancia, dos opciones aparecen ante los hombres como los instrumentos por los cuales los hombres pueden ser transformados: Revolución o Regeneración.

 

Si el hombre niega la posibilidad de Regeneración, entonces su única opción lógica es la Revolución. Desde 1660, con el nacimiento dl iluminismo, la lógica del humanismo movió el mundo firmemente y más profundamente rumbo a la Revolución. Todo continente está ahora en las garras de una «fe» [humanista] que exige la reconstrucción coercitiva de los hombres.

 

Mas la justicia en la Tierra es un sueño imposible. El hombre no tiene la omnipotencia de Dios ni su omnisciencia: él no puede controlar ni ver todas las cosas. A falta de conocimiento total, su institución de la justicia, aun en manos divinizadas, es a lo sumo parcial e incompleta. No todo error puede ser reparado, ni todo equilibrio puede ser restaurado. El hombre puede vivir, bajo Dios, en una sociedad justa, mas nunca en este mundo en una sociedad totalmente justa. Para el estado humanista, buscar justicia total significa reclamar la omnipotencia de Dios: el estado necesita ejercer poder total para justicia total. De la misma manera, él debe reclamar la omnisciencia de Dios: él necesita tener un conocimiento total de todas las personas, instituciones, y cosas. La burocracia es creada para ejercer esos poderes «divinos».

 

En la perspectiva bíblica, el hombre como pecador necesita Regeneración. Como un pecador, él no puede establecer un orden justa, sino una mala. Por el poder de Regeneración de Dios en Cristo, él es una nueva criatura. Él está ahora habilitado a servir a Dios, a instituir un orden en términos de la Ley de Dios, y para saber lo que la justicia divina es, y a seguir eso. Él sabe que sólo en el eterno Reino de Dios la justicia total es posible, o sea, aunque se esfuerce por obedecer a Dios en todas las cosas, él sabe que él no puede esperar de hombres y sociedades imperfectos una justicia total y perfecta. De la misma manera, sólo una nueva criatura puede esculpir una nueva creación. Un orden legal y un estado dedicados a una fe humanista en la justicia total creará Revolución total. Un orden dedicado a la entera Palabra de Dios y al poder regenerativo de Cristo puede dar justicia, porque ella  reside en un nuevo hombre por las manos de Dios, no de los hombres.

 

 

 

(Roots of Reconstruction, p. 1047, Chalcedon Report No. 180, August, 1980)

 

Rev. R.J. Rushdoony (1916-2001) fue el fundador del Calcedon y un teólogo famoso, especialista en la relación entre Estado e Iglesia, y autor de innumerables trabajos para la aplicación de la Ley Bíblica a la sociedad .

Trduccion: Raul loyola Roman